Fiesta amarilla a 20 años de la gloria

El reloj marca las 18 de una tarde de domingo casi veraniega. Mientras el sol empieza a ocultarse en el cielo platense, la música amplificada por parlantes se hace escuchar cada vez más fuerte en las adyacencias de la sede de calle 9 al N1836 entre 69 y 70, a unas cuadras del Parque Saavedra. Un señor entrado en canas va de la mano de su hijo y caminan apurados por la vereda: nadie en el barrio quiere perderse la fiesta.

Ya dentro del mítico “Miguel García”, se respira un ambiente familiar único con la gente que llenó la tribuna para un evento especial: los festejos de fin de año de Unión Vecinal y el homenaje al equipo del primer campeonato local del club amarillo, obtenido gracias a la consagración en el Torneo Anual de la Asociación Platense de Básquetbol en 2001.

A 20 años de esa conquista significativa para la institución, la jornada comienza con juegos recreativos para los niños de la escuelita y la categoría de pre minis, que prueban su puntería al aro de cara a los padres y madres que vinieron a verlos divertirse con sus compañeros. Enseguida se anuncia la actividad de los chicos de la U12, quienes hacen un circuito que consiste un zig zag inicial, un recorrido de conos de lado a lado y una bandeja en cada aro para demostrar sus habilidades en el manejo con el balón. El más rápido en completarlo es Joaquín Gamarra, juvenil del semillero que también integró el plantel de la Sub 14, pero todos se llevan su merecida medalla.

Es hora de los chicos de la U14, campeones invictos en su categoría y ganadores de todos los partidos que jugaron desde su formación desde el año anterior. Para demostrar su nivel, tienen su oportunidad en el torneo de triples. Entre las dos rondas de un minuto, la pareja ganadora en la final es la de Juan Scrivano y Juan “Pepi” García con 6 tiros encestados, que se suma a sus compañeros para recibir la copa de campeón y el aplauso de toda la gente presente.

A la espera del partido principal, se hacen los típicos sorteos de cada año, con generosos premios en vestimentas oficiales del club: medias, shorts, conjuntos deportivos y camiseta titular del primer equipo. Mientras cada ganador y ganadora pasa a buscar su premio con su número de la suerte en mano, llegan las últimas caras conocidas para completar los equipos protagonistas del plato fuerte de la noche: el partido de exhibición entre los campeones del 2001, comandado por el histórico César “Conejo” Adriani, contra el plantel actual de primera división, dirigido por Raúl Ruscitti.

Después de unos mates vespertinos en el banco de suplentes local, los veteranos entran al vestuario para cambiarse. Minutos más tarde, junto con sus contrincantes más jóvenes, se empiezan a cruzar las primeras chicanas en el precalentamiento de cada mitad de cancha y las risas se multiplican entre los jugadores y los observadores detrás de las líneas laterales. El escenario es ideal para el disfrute de los vecinos que se acercaron a ver las glorias del pasado, las figuras del presente y las promesas del futuro.

Con el saludo afectuoso de los entrenadores y el salto inicial, comienza el show tan esperado. Por un lado, se hace notar la experiencia en la zona pintada de Javier Vicente, la entrega de Augusto García, la estrategia de Damián Nucitelli para organizar los ataques, los triples de Martín “el Perro” Cattel, la determinación de Manuel Ferraresi para encarar el aro, los amagues alocados de Federico Grattarola y las fintas inoxidables de Santiago García, hacedor de 40 puntos en aquella memorable final frente Atenas dos décadas atrás. Por otro lado, Mariano García toma la batuta para hacerle frente a sus hermanos y el resto de los veteranos, junto con la ayuda de las bombas de larga distancia de Federico González y el variado repertorio de habilidades de los exponentes de la nueva camada como Hugo Dorst, Miqueas Palomeque, Juan Esteban Garmendia y Sebastián Sayar.

El sonido de la chicharra concluye la primera mitad y da paso al entretiempo. El micrófono ahora toma la voz de Federico Ferraresi, conductor de la jornada y árbitro del encuentro, que anticipa el famoso torneo de volcadas y presenta al jurado: Santiago Rimoldi, asistente del cuerpo técnico a la cabeza de César Adriani, el mencionado Raúl Ruscitti y Gerónimo García, integrante de la dinastía familiar que logró el ansiado campeonato del 2001 junto a sus dos hermanos, Augusto y Santiago. Bajo la atenta mirada de los jueces, un mix de juveniles y mayores se animan a demostrar su destreza para enterrar la pelota en el aro: Franco Albornoz, Juan Ignacio Quintana, Matías Cortazo, Lucio Paolini, Lautaro Toñarez y Hugo Dorst son los competidores. Finalmente, los últimos tres son los ganadores de una competencia que tuvo magia y un cierre apretado.

Todo queda listo para el segundo y último cuarto. La alegría dentro y fuera de la cancha no desaparece y cada jugada es motivo de diversión para las decenas de espectadores presentes. El resultado final queda en 55-49 a favor de los veteranos, pero es anecdótico. Es solamente una excusa más para recibir las medallas de reconocimiento de su gente en manos de César, el principal ideario de ese equipo campeón pionero.

Solo queda espacio para el torneo de habilidades Sub 16 y 18, que consiste en una competición de lanzamientos por equipos a través de un circuito de bandeja, libre, tiro de media distancia y triple. En una definición infartante por una sola décima, la dupla de Matías Puebla y Tomás Formica vencieron en la final a Gonzalo Ganora y Lisandro Catelán.

A medida que los vecinos convocados comienzan a abandonar los tablones, se acercan a los protagonistas para saludarlos e incluso algunos más jóvenes para pedirles una foto. César Adriani mira la escena con una sonrisa y tiene tiempo para describir sus sensaciones: “Reencontrarnos con todo el grupo que le dio a Unión su primer título es una satisfacción enorme. Son chicos que hicieron un esfuerzo para venir de sus provincias y estar en este evento unido a la fiesta de todas las categorías menores. Es un acontecimiento muy grato y un recuerdo grande que nos va a quedar”.

A la hora de hablar sobre sus muchachos, las reflexiones al Conejo no le faltan: “La mayor virtud de ese equipo fue la entrega. Era un plantel muy joven, en el que todos los que llegaron tenían un desafío personal, pero siempre pusieron por delante el desafío grupal. Esa entrega se vio reflejada en cada juego, respaldada por la dirigencia y la gente, y quedó grabada por ser el punto inicial de lo que hoy sigue logrando Unión Vecinal: tener esa mancomunión con el barrio y sus vecinos, que lo hace tan distintivo y significativo”.

Tras cerrar la frase, a su lado pasa Federico Gratarola, que sostiene su equipo completo de mate en la mano derecha y un termo debajo del brazo izquierdo, haciendo gala de su apodo. Después de abrazar a su antiguo entrenador, se suma a los recuerdos sobre ese torneo conquistado hace 20 años: “Es algo de lo que nos acordamos todo el tiempo. Después tuve la suerte de seguir en el club muchos años y ganar más títulos, pero ese campeonato tiene un sabor único porque el primero siempre es el más difícil y se disfruta de una manera especial”.

Para no perderse el homenaje preparado, el exjugador amarillo se encuentra en Argentina por unos días, que coinciden justo con una efeméride histórica: el estallido político y social de la crisis de diciembre de 2001. Un contexto que inevitablemente no puede olvidar: “Fue algo muy raro. Nosotros salimos campeones diez días antes y tuvimos posteriormente la fiesta de fin de año, en la que todo un barrio se convocó y festejó con nosotros. Después cuando me tocó volver a mi ciudad, empecé a atravesar y ver el caos que se estaba viviendo. Realmente fue impactante. No opacó el logro deportivo que habíamos obtenido, pero nos bajó a tierra a nivel emocional en ese momento”.

Sin embargo, más allá de ese escenario difícil que convulsionaba al país en esa época, los buenos momentos en el club y los torneos obtenidos se multiplicaron con el correr de los años. Al levantar la cabeza, mira los banderines colgados en la pared del sector opuesto de la cancha y asegura: “Es un club que ha crecido, pero no ha dejado de lado su sentido de pertenencia con el barrio, que es lo que más lo caracteriza y nunca tiene que abandonarlo”.

Declara con firmeza y asiente con su ex DT, principal responsable de transmitirles a él y a todos sus compañeros un legado que tomaría cada vez más fuerza en el tiempo. El mismo que se hace carne en sus palabras: “Nosotros éramos un grupo en el que llegábamos a jugar 6 o 7 jugadores en total en cada partido, pero parecía que éramos muchos más porque nos complementábamos a la perfección y cuando nos tocaba entrar dejábamos la vida por los demás. Demostramos que, mediante el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio y la humildad se pueden lograr grandes cosas. Creo que eso se transmitió de generación en generación y es el campeonato más importante que ganamos; haber sembrado esa semillita en los chicos que hoy lo están volcando en la cancha”.

Las tribunas se vacían, las luces de la cancha se apagan y el olor de la parrilla del buffet invade la entrada del club. Entre las mesas dispersas por el gimnasio, se mezclan los famosos campeones con los jugadores del plantel actual, dirigentes, vecinos y juveniles de las inferiores. Como no podía ser de otra forma, la jornada se corona con unos sánguches sabrosos y un puñado de anécdotas que provocan las carcajadas entre los comensales. Muchos de ellos protagonistas de una historia imborrable.

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